Antonio Martínez Cerezo
Cantabrialogía
1. VÍACRUCIS (1924). Gerardo Diego (1896-1987).
Pequeña obra maestra de la poesía religiosa hispana del siglo XX.
Católico militante, el gran poeta cántabro lo dedicó a su madre, fallecida en el verano del año anterior. Contiene las catorce estaciones clásicas, cantadas en veinte décimas cada una de ellas. Las diez primeras presentan el tema. Y las diez segundas fijan el posicionamiento del artista ante el suceso narrado. Religión aparte, la belleza del poemario es indescriptible.
2. PATERNÓSTER A LAS DAMAS (1520). Rodrigo de Reinosa (c. 1450- c. 1530).
Un poeta-juglar de Cantabria activo en el tiempo de los Reyes Católicos. Tempranamente estudiado aquí por Cabrales Arteaga. Se reproduce facsimilarmente la obra que se da por editada en Burgos, Melgar, 1520, con una reproducción procedente de la Stultiferae Naves, editada en Burgos en 1500, por Fadrique Biel de Basilea, suegro de Alonso de Melgar. Al final de cada una de las quintetas figura un verso en latín, que en conjunto forma el Padenuestro aprobado por la Santa Madre Iglesia. Cuestión que ha pasado desapercibida a la mayor parte de los estudiosos del poeta reinosano.
3. SANTANDER (1575). Jorge Braun (1541-1622).
El arcediano de la catedral de Colonia tuvo a bien incluir en el tomo segundo de Civitates Orbis Terrarum (la obra cosmográfica más importante del siglo XVI) un grabado realizado por Hogenberg sobre un dibujo de Hoefnagel. El grabado es sobradamente conocido, anda por ahí reproducido en una sola tinta o iluminado a mano en varias tintas. Y muy recientemente ha merecido el favor de ser elevado a condición de mural en la calle de Santa Lucía. Impagable mérito de Braun fue acompañar el grabado con un texto (ex relato indigenarum), que viene a ser la primera entrada enciclopédica sobre la ciudad de Santander. Por primera vez, se incorpora el texto en latín. Y la traducción al español de Marcelino Menéndez Pelayo, en versión manuscrita y también impresa.
4. EN LA CUEVA DE ALTAMIRA (1930). Miguel de Unamuno (1864-1936).
Tras su exilio de Fuerteventura a París (1924-1930), el escritor y filósofo vasco regresó a Madrid al concluir la dictadura de Primo de Rivera (1930). El 6 de septiembre de este año viajó a Torrelavega, en apoyo de sus amigos republicanos.
Diserta sobre el exilio, permanece unos días en la finca del doctor Velarde y redacta el poemario En la cueva de Altamira, que inicia el piropo en verso de la cueva universalmente conocida como «la capilla sixtina del arte prehistórico». Se incluye, también, la edición facsimilar del poemario en «La revista de Santander» (1930) y en Hermanos Bedia (1954).
5. TOROS EN SANTANDER (1930). José María de Cossío (1892-1977).
Impulsor y director de «La Revista de Santander», en los años treinta del siglo pasado José María de Cossío (el del Cossío) frecuentaba mucho Santander, donde era una figura muy destacada. Siempre atento a lo taurino, Cossío afirma (con toda razón) que su interés no estriba en señalar lo que separa a Santander del resto del país, sino lo que le une: la afición taurina. Frente a lo que comúnmente se piensa, Santander es una plaza tan taurina como la que más. Prueba de ello es la cláusula contenida en el Voto y Capitulación de San Matías (1503), donde los capitulares se comprometen anualmente a correr dos toros como los que se corren por San Juan. Lo que traslada la afición taurina al siglo XV. Siglo por siglo, se recogen retazos historiográficos taurinos hasta el primer tercio del siglo XX. Y se reproducen los carteles de los Toros de Muerte del año 1846.
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